Ni una menos
José Antonio Viera-Gallo
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José Antonio Viera-Gallo
Esa es la consigna de las mujeres argentinas que luchan contra el femicidio, la forma más brutal de la violencia de género. Después vinieron las denuncias de abusos sexuales en Hollywood y el “Me Too” que se tomó el escenario del Oscar. Viendo hoy las marchas de las españolas por el caso Manada, pero sobre todo viendo las mujeres chilenas en pie de lucha contra el abuso y por igualdad de derechos, trato y oportunidades, hay que reconocer que está en marcha un cambio cultural profundo.
Por siglos las mujeres tuvieron un estatus secundario en la sociedad, ligado a la esfera del hogar y al cuidado de los niños. Las que se han destacado lo hicieron en contra de prejuicios y normas establecidas. La cancha estuvo siempre inclinada a favor de los hombres. Si bien las sufragistas tuvieron un papel relevante a comienzos del siglo XX, el feminismo tal cual lo conocemos se desarrolló con fuerza luego de la 2° Guerra Mundial cuando los hombres partieron a los campos de batalla dejando a las mujeres a cargo de nuevas responsabilidades en la sociedad. Se sembró, entonces, la semilla del cambio de paradigmas. Sus referencias fueron Simone de Bauvoire y Betty Friedan con el lema “lo personal es político”.
La rebelión estudiantil de mediados de los 60 que sacudió al mundo desde EEUU a Beijing, desde París, Berlín y Roma hasta México, Buenos Aires y Santiago, con un potente grito de liberación contra las estrechas estructuras tradicionales y el autoritarismo, dio un nuevo impulso al feminismo al cuestionar la división de roles según sexos. Su manifestación más visible y polémica se dio en el área de lo sexual con la difusión masiva de la píldora anticonceptiva y luego la legalización del aborto.
Lo interesante del actual movimiento de mujeres es que muestra a la vez cuánto hemos avanzado y cuán lentos nos parecen las transformaciones culturales. Con perspectiva histórica, sólo han pasado 50 años y las banderas feministas se han legitimado. No trabajaron en vano Amanda Labarca, Gabriela Mistral, Elena Cafarena, Ines Henríquez, Olga Poblete o Julieta Kirkwood. Hoy el movimiento feminista es transversal y cuenta con importante respaldo de las mujeres de las elites empresarial, política y de los medios de comunicación, gracias también al trabajo de “Comunidad Mujer”. Las jóvenes exigen que se cumpla la ley y que las promesas “oficiales” no caigan en el vacío. No se dirigen contra el gobierno. Su dedo acusador apunta a las contradicciones de las instituciones.
Desde el retorno a la democracia Chile ha avanzado en su legislación: se consagró explícitamente la igualdad entre mujeres y hombres en la Constitución, se modernizó el derecho de familia y el capítulo de los delitos sexuales del Código Penal, se crearon los Tribunales de Familia, se multiplicaron los jardines infantiles, se legitimó la contracepción y el uso de la píldora del día después, se despenalizó el aborto en tres causales y se sancionó el delito de femicidio. Ésto, sin mencionar el enfoque de género en las políticas públicas. Pues bien, la nueva generación de mujeres exige que esas normas no sean letra muerta y, específicamente, que el Congreso despache el proyecto que sanciona las diversas formas de violencia de género, en especial el acoso sexual.
La consigna “ni una menos” no sólo ampara la vida, sino que se extiende a todos los ámbitos de la sociedad: no puede haber ningún tipo de discriminación arbitraria que impida a las niñas desarrollar sus talentos y aportar a la sociedad o que ponga trabas al desempeño laboral de las mujeres y les paguen menos que a los hombres en iguales cargos, o que les dificulte ascender a los más altos cargos de responsabilidad. El establecimiento de cuotas por ley demostró su eficacia en el reciente nombramiento de 3 nuevos directores de TVN, permitiendo que dos mujeres meritorias accedieran a esos cargos, que no fueron consideradas en la primera propuesta del gobierno. Lo importante es que las mujeres estén en los puestos de decisión.
La legitimidad de las actuales demandas de las mujeres, en especial de las estudiantes, es un signo claro que la sociedad cambió y quiere seguir cambiando.